LAS MONTAÑAS DE MONTENEGRO A TEMPERATURAS BAJO CERO (17-01-2022)

Nos despertamos muy ilusionados con nuestra decisión de adentrarnos al interior del país. El día ha amanecido con un sol resplandeciente, por lo que decido hacer mi último paseo matutino por esta maravillosa playa, que ha sido nuestro hogar durante un tiempo.

Lo cierto es que cuando pasamos varios días en un lugar donde nos sentimos a gusto, le cogemos apego, imagino que somos sedentarios culturalmente y a veces es difícil dejar el que consideras tu hogar, y aunque haya sido por un corto periodo de tiempo, la playa de Jaz lo ha sido.

Conforme ascendemos la carretera y dejamos atrás Budva, miro por el cristal el paisaje con un tanto de melancolía, porque ya no volveremos a ver hoy a Elsa, ya no nos escucharemos sus sonrisas, sus historias… Ha sido como una madre por unos días, pero en seguida, las curvas cerradas y los adelantamientos temerarios de los montenegrinos, me hacen volver a la ruta que asciende de manera vertiginosa, hasta que el Adriático desaparece de nuestra vista.

Pasamos por un tramo de carretera donde parece que nos hayamos transportado en el espacio, no hay circulación alguna y el paisaje es extraño, rocas que brotan de la tierra, hasta parecen meteoritos que se desplomaros del cielo hace miles de años. Es un paisaje desolador pero a la vez tiene su encanto y belleza. Por suerte o no, otro adelantamiento temerario, nos hace sentir, que no hemos sido abducidos, estamos aquí, en Montenegro y debemos estar bien pendientes de la carretera porque estos conductores, llevan mucha prisa.

Poco a poco las montañas comienzan a cobrar altura y a formar un magnífico valle, y al fondo divisamos la gran ciudad de Montenegro, Podgorica. Desde la altura, se divisa una urbe bastante dispersa, sin edificios altos, pero por lo que nos han dicho sin ningún interés, y según nos vamos adentrando en ella a nuestro paso así es, pero es perfecta para llenar nuestro frigo de provisiones.

Un desvío nos conduce hasta el Parque Nacional de Durmitor, la ruta se va estrechando poco a poco al igual que el valle, hasta que de repente empezamos a ver nieve junto a la carretera, nos parece extraño ya que hace una hora escasa estábamos en la playa, pero el ascenso ha sido tremendo. Y poco a poco comienzan las curvas de vértigo, mirando el GPS, parece un plato de espaguetis.

El paisaje es extraordinario y cada cinco minutos hago a Jose que pare para echar fotos, para juguetear con la nieve, mencionar que nos ha llevado tres horas hacer ciento cincuenta kilómetros, y no todo hay que achacarlo a las curvas.

                

Conforme avanzamos, las montañas forman un magnífico cañón y abajo, el río Tara, con un color esmeralda que no parece real y la atracción del lugar, su puente de 172 metros de altura. Una obra arquitectónica llevada a cabo entre 1937 y 1940 y que en su día fue el puente de hormigón más grande de Europa. No sé qué da más vértigo, si cruzarlo andando o con La Española. La sensación de que esta mole llena de grietas y en estado bastante decadente, enclavada en la roca se puede desplomar en cualquier momento, es inevitable.

Después de recorrer el puente no sé cuántas veces para tomarle fotos desde todas las perspectivas, nos adentramos en la garganta del rio, un gigantesco pasillo de piedra de una altura colosal. En algunos de los tramos, parece que se va a desplomar encima de nosotros que somos diminutos en esta majestuosa ruta, aunque lo que sí puede que nos caída encima es alguna de las gigantescas estalactitas que se han formado en los túneles por los que vamos pasando. Recorremos unos veinte kilómetros por esta carretera para ir a visitar una iglesia ortodoxa del siglo XVII en un paraje de lo más bucólico. Está comenzando a anochecer, y cuando miramos la temperatura que marca el coche, nos da todo menos la risa, -9 ºC.

              

               

A la vuelta, vemos un ancho junto al río y decidimos que este sea nuestro campamento. Aunque ya ha anochecido, sólo son las cinco de la tarde y para entrar en calor, vamos a buscar algún garito abierto en el “pueblo” para tomarnos un cafecito. Por suerte hay uno y además con chimenea, y casi pegados a los troncos absorbemos calorías para la que nos viene encima.

Y sí, la noche es dura, hemos llegado a -12C y las calorías de la chimenea, se nos han evaporado creo en la primera hora, nos hemos puesto no sé cuántas capas de ropa, pero lo que realmente funciona es dormir bien apretujaditos el uno al otro.

Nos levantamos con ganas de explorar, pero lo cierto es que el sol se ha evaporado y está un tanto cubierto, aun así, seguimos el curso de río que nos maravilla por su color y el contraste con el blanco de la nieve. Con estas temperaturas, la caminata no es demasiado agradable, con lo que decidimos poner rumbo sur, y por suerte a tiempo, porque en cuestión de media hora de camino, nos alcanza un temporal de nieve. Vemos por el otro carril los quitanieves que sin duda van a tener trabajo.

           

                                                                                                                                         

Nuestro siguiente destino es Ostrog, un monasterio construido en un lugar recóndito y excavado en la roca. El temporal continúa y además con un vendaval tremendo, cuando vemos el desvío hacia el monasterio, nos pensamos el ir o no ir, porque la ruta es muy estrecha, llena de curvas y los quitamiedos son pedruscos por entre los que cabe la Española. Teniendo en cuenta que la visibilidad debido a la niebla y la nieve, parece que no tiene mucho sentido, pero aun así comenzamos a ascender por esta carrera que va tensando mi cuello poco a poco, hasta que un par de coches que vienen de frente en una de la curvas sin visibilidad me hacen botar en el asiento.

  • ¡Jose, porfa paraaaa!
  • Aquí, no puedo –me contesta.
  • Pues donde puedas y damos la vuelta

             

A veces, una retirada a tiempo es una victoria, por lo que damos media vuelta como podemos y descendemos hasta una especie de parking junto a un restaurante que está cerrado. Y aquí pasamos la noche con un viento y una buena nevada.

A eso de las ocho de la mañana, llaman a la puerta.

  • Pero será posible, con el frío que hace –digo
  • ¿Quién es? –pregunta Jose

Desde la ventana, vemos que son un hombre y una niña, nos hablan, pero no entendemos nada. Finalmente y después de un rato de golpes decidimos abrir.

  • Parking pagar 10€ -nos dicen en inglés.
  • ¿Cómo? –respondemos.
  • Parking pagar 10€ -insisten
  • Lo sentimos, pero aquí no ponía que hay que pagar, y no vamos a pagar nada –les respondemos.

El hombre nos pasa un teléfono con la dueña del restaurante y nos dice que el parking es suyo y que debemos pagar 10 €. Nuestra respuesta es contundente, nos vamos, y no vamos a pagar, esto nos lo debían haber avisado.

Ayer, cuando descendíamos de la “carretera” del monasterio, vimos a un lado, unas cabañas junto a un restaurante llamado Koliba, y tenían muy buena pinta, con lo que decidimos parar a preguntar el precio. Debemos darnos una ducha, entrar en calor, lavar algo de ropa y cargar todos los electrónicos, por lo que por el precio de temporada baja, nos dan una cabaña familiar con todo lo que ahora son lujos para nosotros: agua caliente, calefacción, enchufes y wifi… vamos, los que son los básicos en la civilización. Parece que estemos en el Hilton jajaja.

Nos hemos duchado dos veces cada uno, nuestro pelo brilla como no lo hacía en semanas, nuestra ropa interior limpia y seca gracias al aparato del aire caliente que lo hemos puesto a 28ºC, y estamos listos para abordar de nuevo la “carretera” al monasterio, ya que nos han dicho que a las 16h hay misa y nos gustaría presenciarla.

Conforme ascendemos y hoy con el paisaje despejado tenemos unas vistas espectaculares, además, con la nevada, los picos de las montañas se han cubierto de blanco y con el sol de la tarde se ven magníficos. En una de las curvas vemos a lo lejos el monasterio, enclavado en la montaña y de un color blanco que no parezca real.

Cuando nos aproximamos, nos encontramos con un par de sacerdotes ortodoxos, los cuales tienen un look bastante peculiar con sus largas barbas y su sotana negra. Hasta ahora poco sabíamos de la iglesia ortodoxa, pero poco a poco hemos ido conociendo algo más sobre esta rama de cristianismo.

Por ejemplo ellos no creen que la madre de cristo fuera Virgen, lo cual tiene sentido, y otra cosa que nos parece de lo más lógica es que los sacerdotes ortodoxos pueden formar una familia, lo que pensamos que es genial, el poder tener opciones es importante, y a veces las religiones son demasiado cuadriculadas, lo cual hace que se cometan infracciones graves por no permitir ciertas libertades a sus seguidores.

Ostrog es un lugar de culto muy especial para los montenegrinos, y teniendo en cuenta su localización tan espectacular y remota, es toda una experiencia a la caída del sol escuchar los cánticos ortodoxos que parece se difundan a través de las montañas que rodean a este lugar  sagrado.

            

A la vuelta tenemos nuestra cabaña calentita, a la que no podemos sacarle más partido, o sí, porque mañana tenemos desayuno incluido jajaja, y el manchego está diciendo que se va a hartar. Antes de dejar el Hilton de Ostrog, nos damos otra ducha y nos llenamos bien los estómagos con un fantástico desayuno. En el comedor conocemos Blagoje, el dueño del hotel que nos cuenta su historia y la del lugar, muy majo este hombre.

                

Nuestro último destino antes de cruzar al país vecino es el lago Skadar que hace frontera con Albania, y este magnífico lugar pasamos dos días de relax paseando junto al lago y conversando con aquellos pasan por aquí.