DE VENECIA A LAS DOLOMITAS (03-12-2021)

Desde que sabemos que mis cuñados Marta y Jose vienen a Venecia para el puente de Diciembre, estamos contando los días, el tener una visita y más de la familia después de tres meses fuera de casa es algo que estamos deseando.

Para hacer tiempo, nos dirigimos lentamente hacia el norte por la costa, y hemos decidido parar unos días en el Delta del Po.

La primera noche la pasamos en un ancho junto al mar, el sitio es ideal, se ven unas barquitas en la orilla y al atardecer, cientos de aves con unos sonidos estremecedores sobrevuelan por encima de nosotros buscando el cobijo para pasar la noche, que junto con los colores del crepúsculo nos hacen sentir trasladados a una película. Son de esos lugares que sin tener nada especial, nos encantan por su belleza, su tranquilidad y sus momentos.

                      

                       

Después de cenar nos acostamos y entramos en un sueño plácidamente, a eso de las tres de la mañana, el ruido de un coche que llega y las voces de varios hombres, me despiertan.

  • ¡Darling, despierta, hay gente fuera… -le digo a Jose un tanto sobresaltada.
  • ¿Qué pasa? –me dice adormilado.

Nos asomamos por la ventana y vemos a cuatro hombres de cháchara y en breve se montan en dos de las barcas. Ni veinte minutos después otro coche con otros cuantos y estos, son más escandalosos, especialmente uno que tiene un vozarrón tremendo y no para de reírse, además no tienen prisa... Durante una hora no paran de llegar pescadores, jajaja menudo susto, por suerte, inofensivos aunque escandalosos.

Por la mañana nos dirigimos a la población más cercana, Comacchio, el día se ha despertado lluvioso y no encontramos mejor plan que ir a la biblioteca a cargar todos los bártulos que llevamos y a poner un poco al día el blog del viaje.

La biblioteca es espectacular, parece un palacio, con unos cuadros en el interior que perfectamente podrían estar en el Prado, yo concretamente, cojo sitio junto a un óleo de tamaño mural de un conde del siglo XVII, la verdad que estamos alucinando. Aunque si bien es cierto lo que más nos gusta es que tiene muchos enchufes. Os parecerá curioso, pero ahora cada vez que vemos un enchufe, se nos salen los ojos, porque teniendo en cuenta que los días son más cortos, escasea el sol, y estamos muy limitados en lo que respecta a electricidad. Por otra parte, nos preguntamos cuanto tiempo durarán las bibliotecas en las poblaciones, porque cada vez que vamos a una, están vacías, a nosotros nos encanta venir, wifi gratis, un espacio perfecto, calefacción y electricidad gratis, ¿qué más podemos pedirle a un lugar?

Aprovechamos también para visitar esta población que es como una pequeña Venecia y donde descubrimos que la comida típica de aquí es la anguila en escabeche, pero francamente, por muy rica que está, una lata veinte euros, nos parece excesivo.

                  

Aprovechamos también para llenar la nevera y ponemos rumbo norte, montamos campamento en un aparcamiento muy cerca del mar, pero justo a nuestro lado, vemos muchos vidrios en el suelo, sin duda se ve que son de una luna de coche. Revisamos en la aplicación que tenemos Park4night y los comentarios del lugar son para salir corriendo, pocos han pasado por aquí, pero ningunos de ha librado del robo con además las lunas rotas, menuda faena. Observamos un tipo en coche, que ha pasado ya dos veces por delante de nosotros y empezamos a mosquearnos, no sabemos si será paranoia, pero el sentido común nos dice que nos vayamos con la música a otra parte. A unos cinco kilómetros, junto a un restaurante un laguito decidimos pasar noche por suerte tranquila.

Y de aquí nos dirigimos a la ciudad de los canales, Venecia.  Para visitar este tipo de ciudades, no nos queda otra alternativa que quedarnos en un camping y pagar por ello, al menos en este lugar, hay electricidad con lo que aprovechamos la inversión.

Antes de dirigirnos a la ciudad, Jose ve una caravana rotulada “La gaviota viajera”. A él ya le habían hablado de ellos en Murcia, en la empresa que nos hizo unas pequeñas mejoras en la Española. Me acerco a saludarlos, son Charo y Carlos, dos viajeros míticos y más que populares en las redes sociales, nos ponemos a charlar y se nos pasa más de una hora contándonos anécdotas. Ellos regresan a España y nosotros tenemos visita, así que aunque ha sido breve, hemos disfrutado de ese encuentro.

                                                                               

Y ahora otro encuentro, ya vamos en el tranvía, con la sonrisa de oreja a oreja y con el hormigueo en el estómago, y en el puente de Calatraba, con el magníficos escenario veneciano de fondo nos fundimos los cuatro en abrazos, euforia, lágrimas, y mucha mucha alegría.

Venecia ha amanecido con un sol espectacular, acontecimiento que raramente sucede y la ciudad está radiante, con sus canales azul turquesa adornados por unos magníficos edificios, las góndolas paseando a las parejitas de enamorados, los gondoleros en las esquinas de los canales charlando entre ellos y con unos cuantos turistas mirando a todos lugares y empapándose de la maravillosa arquitectura que nos sabemos por cuantas generaciones permanecerá, antes de que las aguas del Adriático la engullan. Lo cierto es que la marea está por las nubes y la marea ha inundado la Plaza de San Marcos. Hay unos puestos de botas de plásticos, pero nos cobran doce euros por cada una, con lo que decidimos a través de unas pasarelas que hay montadas llegar hasta la basílica y hacer una visita con la esperanza de que baje la marea. Y si esta joya de construcción románico –bizantina nos ha fascinado por fuera, su interior cubierto de mármoles orientales, esculturas de bronce y sus fascinantes mosaicos de oro, nos han encantado.  Y bingo, a la salida, el Adriático, nos permite contemplar un maravilloso atardecer desde la plaza.

Pasamos dos días descubriendo cada rincón de esta ciudad y disfrutando de una maravillosa compañía, comiendo de lujo, porque todo hay que decirlo, somos bastante cautos en el gastos y dos jornadas seguidas de comilonas, es algo a lo que no estamos acostumbrados, con lo que doble placer, y bueno, Jose tiene un cumpleaños de lo más especial, en familia, cumpliendo un sueño y en Venecia, no está nada mal.

                    

                   

                    

                    

Sabemos que han comenzado los fríos, pero no podemos despedirnos de Italia sin ver las Dolomitas. Decidimos ascender hasta Bolzano, a menos de una hora de conducción, comienza a nevar sin cesar, y llega un momento en el que Jose levanta la mano y me dice que tenemos que parar. Y eso hacemos, vemos un cartel que pone Arsié y ahí nos metemos.

Ni cortos ni perezosos, aparcamos en la plaza del ayuntamiento, un lugar que nos parece perfecto, junto a un árbol de navidad tremendo y viendo nevar desde la ventana de nuestra casita, la estampa parece idílica. Pero a las seis de la mañana, un quitanieves nos despierta con un ruido monstruoso y pitando sin cesar. Está claro que no habíamos visto la señal que pone “PROHIBIDO APARCAR LOS JUEVES”. Precisamente hoy es Jueves, y el chico del quitanieves nos advierte que vendrán a multarnos, ¡noooo! Con el frío que hace, salimos de nuestra guarida a quitar los más de sesenta centímetros de nieve que ocultan a La Española y que la transforman en un verdadero iglú durante días.

El pueblo es pequeño y las posibilidades pocas, por lo que decidimos aparcar enfrente de la biblioteca, que sin duda, será nuestro segundo refugio por unos días, y donde conocemos Piera, la encargada del lugar y majísima. Después de tres días de temporal y de algún intento de paseo fallido, porque hay más de un metro de nieve y eso lo complica, decidimos dejar Arsié. Durante nuestra estancia aquí, hemos sido como un vecino más del lugar, charlando con la gente, nos ha prestado una palas para quitar la nieve, y hasta Piera nos ha regalado un panetone, ¡que gente más maja!, da gusto quedarse atrapado en un lugar así.

                    

                         

Ponemos rumbo hacia Bolzano, con la intención de poder ver las dolomitas. Al llegar, la ciudad nos abruma con tanto tráfico, ruido, obras… aparcamos como podemos e intentamos encontrar la oficina de turismo donde nos dan unas pautas, aunque bastante escasas para ver estas magníficas montañas, teniendo en cuenta la nevada que ha caído.

Nuestro primer destino es Renon, donde tenemos el primer contacto con estas moles de piedra y donde decidimos colocarnos nuestras polainas, abrigarnos bien  y andar hasta que la nieve nos llegue por las rodillas. Por suerte hay una pista que está transitable y disfrutamos como enanos del paisaje, pero cuando llega la noche, es otra cosa, llegamos a -8ºC y básicamente todas la ventanas por dentro tienen una capa de hielo de 1cm, anoche había un mosquito dando por saco y esta mañana ha aparecido criogenizado en el cristal de la claraboya del dormitorio.¡Que frío!

                  

                  

Nuestro segundo destino es Santa Magdalena. Para acortar camino tomamos una carretera directamente desde Renon, en lugar via Bolzano. Conforme avanzamos nos damos cuenta que nos hemos metido en la boca del lobo, si la carretera para llegar desde Bolzano a Renon, tenía curvas y era de vértigo, por lo menos estaba limpia y era de doble sentido. Esta es estrecha, sin quitamiedos y con nieve, en cada curva, tengo la sensación de que vamos a caer al vacío, está claro que como dice el manchego, estamos haciendo el rodaje para lo que se avecina en el continente vecino.

Santa Magdalena es el típico pueblecito Alpino de ensueño con unos picos de fondo imponentes y donde pasamos el día haciendo caminata por la carretera, que es lo único transitable, una maravilla de lugar.

                

               

Y nuestro tercer destino, las tres cimas de Lavaredo, si cierto es que nos han advertido que los senderos para hacer caminatas nos son recomendables sin un guía, decidimos desde Dobbiaco adentrarnos en el valle, que por otra carretera serpenteante nos conduce a una vista maravillosa de la tres cimas en su cara norte. Allí nos afirman que el sendero está intransitable y que si conducimos unos kilómetros hasta Auronzo di Cadore podremos con buen calzado hacer el ascenso a la cara sur, pues allá que vamos. El paisaje es una maravilla, estamos rodeados de unos picos imponentes. Unos chicos que vienen de hacer sky de fondo, nos dicen que hay una parte del camino que está bien, la que ellos han recorrido, del resto no saben. Nos preparamos unos bocatas y ponemos rumbo a conquistar esas cimas. La primera hora de ascenso, es aceptable, pero a partir de un punto, el supuesto sendero, comienza a estrecharse y cada vez nos hundimos más, vamos que esto parece misión imposible. Una pareja que viene de regreso super bien equipados, nos ayudan a tomar la decisión de dar la vuelta.

Pero no nos rendimos, hemos observado que hay motos de nieve que llevan a algunos turistas imaginamos a ver las cimas, por lo que por la mañana, hemos madrugado y seguimos la ruta de las motos, que es una carretera, pensamos, porque ahora parece una pista de esquí, que asciende hasta las cimas, tres horas nos lleva el ascenso, y en algún momento he visto a Jose con pocas fuerzas, tal vez por el frio y la altura, tiene dolores de cabeza, pero decide hacer el esfuerzo, y realmente merece la pena, imponente el paisaje e imponentes los picos. La Bajada, que parecía pan comido, resulta un tanto estresante porque hay gente que baja esquiando y casi nos arrasan.

              

               

               

              

 

A un par de kilómetros de llegar a nuestra casita, unos chicos nos piden que por favor esperemos que están rodando un anuncio para Jeep, pues vale, aquí nos quedamos viendo como uno de estos todoterrenos derrapa sobre la nieve no sé cuántas veces, porque se queda atascado todo el tiempo…

  • ¡Corteeen! –dice uno de ellos un tanto cabreado al no conseguir la escena deseada.
  • Ahora os van a llevar en moto de nieve para acelerar el tránsito –dice otro
  • Pues perfecto, gracias –les contestamos a duo.

Esto nos viene de perlas, porque estamos reventados, y es cierto que cuando vimos las motos pensamos en que podría estar guay, pero 50 € nos perece excesivo, jajaja y nos ha salido gratis, cuando llegamos, La Española está rodeada de todo un equipo televisivo, con más de cincuenta personas pendientes de rodar lo que será sin duda el anuncio estrella de esta Navidad.