LA COSTA ADRIÁTICA, POR FIN LLEGÓ EL BUEN TIEMPO (16-02-2022)

Desde las montañas y con una parada para llenar la despensa en Ioannina, vamos del tirón hacia la costa. Ansiamos ese buen clima y lo necesitamos sobre todo para evitar las dolorosas duchas de agua fría.

Aterrizamos en la zona de Mityka, donde una magnífica playa nos deslumbra, y con el conocimiento de que en Grecia uno puede acampar en la mismísima arena, allá que nos instalamos. El lugar está completamente solitario, vamos que podemos elegir donde montar campamento. El día se ha despertado tímidamente soleado, pero aun así sacamos todos los bártulos, mesa, hamacas… De repente, empiezan a caernos unas gotas que en cuestión de media hora se convierten en una lluvia torrencial descargando sin piedad sobre nosotros. El mar con furia se acerca con un oleaje tremendo hasta nuestro campamento y esto empieza a no gustarnos, ya que los relámpagos y truenos junto a la oscuridad repentina empiezan a no gustarnos, parece que se acerque el fin del mundo y nosotros metidos en una caja de chapa en medio de este Apocalipsis. No queda otra que largarnos lo antes posible para evitar quedarnos calvados en la arena.

Puff... ¡que mal rato!

                                                     

Visto lo visto, damos media vuelta cuando podemos y vamos en sentido contrario. Después de unos kilómetros, vemos un chiringuito entre los chorreones de agua que caen en el parabrisas y que los limpias no dan abasto a quitar. Justo detrás de este kiosco de cañizo hay un ancho en el que encajamos a La Española, y si la marea sube, primero se llevará el chiringuito antes de llevarnos a nosotros, con lo que por unanimidad y por falta de opciones decidimos pasar esta noche de perros aquí. 

Por suerte amanece soleado y le propongo a Jose ir a dar un paseo por la playa, ya bien temprano vemos a una panda de abuelos que ni cortos ni perezosos se despojan de sus hatos y se pegan un buen chapuzón, igual nos vendría bien a nosotros, pero no osamos a meternos, las temperaturas no llegan a los 10ºC. Estos griegos son tipos duros.

Hace años, vi una foto de un lugar que me dejó completamente maravillada, y no era una de las maravillas del mundo, ni una de las típicas atracciones de un país, no, era simplemente una carretera. En ese momento pensé, algún día yo quiero ir allí con mi Darling.

Ese lugar está a una hora escasa de donde nos encontramos, y la verdad es que estoy como una niña pequeña que va a la feria sólo de pensarlo.

En el Golfo de Arta, hay un islote llamado Korinisia y para llegar hasta él, hay que recorrer casi siete kilómetros por la carretera más alucinante que hayamos pasado nunca, o al menos que recuerde es este momento. El día es espléndido y soleado, con lo que las aguas que están a ambos lados de esta pasarela, nos ofrecen unos magníficos colores.

  • Jose, mira, son flamencos
  • Siii, y hay también pelícanos

Esta es la guinda del pastel, estas aguas están llenas de flamencos, pelícanos, garzas y muchas más aves que encuentran en esta laguna su paraíso. Y eso nos ha pasado a nosotros, que hemos encontrado aquí el nuestro.

         

         

           

            

           

En uno de los campamentos donde nos quedamos, conocemos a Sócrates y a su enorme perro Platón. Este griego criado en Alemania, es un tipo de unos cuarenta y pico, muy corpulento, rojo como un cangrejo, porque llevamos un par de días que el sol pica y este hombre va sin camiseta y con una coleta rubia u tanto despeinada,  de griego, tiene poco. Platón su perro parece un San Bernardo, es tranquilote y muy baboso, se ha pegado a mí y en cuestión de minutos me ha puesto el pantalón chorreando… ¡nooooo! Viven en una auto caravana y parece que no les gusta que lleguen otros viajeros con sus vehículos gigantes muy típico entre los alemanes, y aparquen a su lado. Por suerte nosotros le hemos caído en gracia y parece que le hayan dado cuerda jajaja. Curiosamente en su caravana lleva una pegatina que pone “ Autoaislado” menudo personaje.

Después de unos días ponemos rumbo hacia Atenas, vienen unos amigos de visita en unos días pero antes queremos pasar por un taller de reparación de auto caravanas.

Antes de llegar a Atenas, paramos en un camping con el fin de darnos una buena ducha y lavar ropa. Aprovechando que pagamos por la electricidad, para ahorrar gas, enchufamos el frigo a la corriente.

Al día siguiente cuando intentamos ponerlo en modo gas  algo ha pasado:

  • Darling, parece que no funciona el frigo –le digo a Jose cuando toco una de las bandejas de jamón ibérico que tengo reservada para un momento especial y noto que está caliente.
  • ¿Cómo? –me responde.
  • Pues eso que parece que no funciona.

¡Desastreeee!

Lo del calentador, puede pasar, o tal vez ya nos hemos acostumbrado a las duchas escasas y a pasar un poquito de frío, pero lo de la nevera nooooo.

Pues razón de más para llegar cuanto antes a Atenas. De camino recibo un mensaje de nuestra amiga Tomasa, nos hemos conocido por instagram y vive con su pareja en una autocaravana, de hecho estuvieron diecisiete meses en Grecia, con lo que se la conocen de arriba abajo. El mensaje dice: “ No dejéis de ir a Lefkada y a la playa Porto Katsiki”

  • ¿Darling, sería mucho desvío ir hacia Lefkada?
  • Pues unos setenta kilómetros, ida y luego otros sesenta de vuelta –me dice Jose.
  • Pues perfecto, vamos, y ya veremos cómo nos las apañamos.
  • Pues claro, vamos –confirma el piloto.

Lefkada es un islote conectado con la península griega por una carretera subterránea y por la que nos cobran ocho euros, seguro que merece la pena pensamos, porque cuando uno está inmerso en una aventura de tanto tiempo cada euro cuenta.

En cuanto comenzamos el recorrido, a la salida de este túnel, el terreno se eleva con colinas cubiertas de pinos, que con el azul turquesa de las aguas jónicas nos presentan un escenario para no perderse.

Hacemos una primera parada en playa Kalamitsi. El tiempo es perfecto, pero para un baño todavía hace ese frescor del invierno que mentalmente nos dice no, aunque nuestras emociones nos harían zambullirnos en estas magníficas aguas. Bueno, habrá que esperar un poco.

            

Por suerte, la nevera funciona con la placa solar, pero el problema es que consume toda la energía que nos proporciona el sol y aquí surge un dilema: ordenador y electrónicos o nevera.

Yo estoy a favor de los electrónicos, y Jose a favor de la nevera, como es más que lógico.

Dando un paseo por la playa, vemos que al final de la misma hay un restaurante cerrado porque todavía no es la temporada, pero… ¿qué vemos al acercarnos?

No damos crédito, hay wifi y la contraseña en la misma puerta, jajaja que bueno. Pero esto no es todo, cuatro enchufes aparecen delante de nuestros ojos que están a punto de salirse de las órbitas. Sin muchas dilaciones, volvemos a La Española y hacemos la mochila que va repleta: ordenador, e-books, teléfonos, baterías de todos los artilugios para inmortalizar nuestro viaje etc. y vamos a engancharnos como parásitos a la ansiada electricidad. Está claro que desde que salimos de ruta, los enchufes son un top de nuestro viaje, con lo que cada vez que vemos uno que podemos usar, se nos ríen los huesos.

Yo aprovecho para subir el diario de viaje a la web, además hay una silla que parece que la hayan puesto aposta con lo que estoy como en mi oficina con vistas, mientras Jose controla las cargas para ir cambiando dispositivos.

Después de un rato, oímos un ruido de motor, un coche se acerca.

  • Darling, ¿no será el dueño? –le digo a Jose.
  • No creo –me dice.
  • Que sí, que se acerca, que es el dueño, ¿qué hacemos?
  • Pues… no sé.
  • Qué vergüenza.

Me levanto a toda velocidad, para que entes de que el venga y nos eche el broncazo yo pedirle disculpas y contarle una historia.

El hombre no habla demasiado bien inglés, y además es seriote, lleva a una niña en el asiento de atrás que debe ser su nieta, a la que saludo toda risueña.

  • Señor, disculpe, pero es que hemos tenido un problema con la electricidad del camper y al ver lo enchufes…
  • No problema –me responde
  • Ohhh muchas gracias
  • Hay wifi –me dice.

Entra al restaurante y nosotros seguimos nuestra marcha, aunque sin que se dé cuenta, desconectamos parte del arsenal a toda velocidad.

Cuando sale, saca una silla para Jose ¡qué fuerte! Estamos alucinando. Y nada, sin más se monta en el coche y se van.

Y son situaciones como estas las que te hacen que te enamores de un lugar, son sus gentes las que hacen que te sientas a gusto.

Al caer el sol, y ya con todo cargado volvemos a nuestro campamento. Vemos llegar una camioneta amarillo canario con matrícula belga. Pasan por al lado nuestro y les invitamos a que aparquen junto a nosotros. Son Guillaume y Laura, una parejita que se han tomado un año sabático para recorrer Europa. Son encantadores además son expertos en hacer fogatas, con lo que preparan una donde asan unas verduras. Nosotros sacamos de la despensa jamon serrano y preparamos unos montaditos. Pasamos la velada de charla, hablando de la vida, de los viajes y echándonos unas buenas risas. El día sin duda, ha salido redondo y ya si mencionamos que nuestros amigos nos han comprado un libro, más que perfecto.

         

Por la mañana, nos ponemos los cuatro de camino a Porto Katsiki, nos morimos de ganas por llegar a esta que nos han dicho es una de las playas más bonitas de Grecia. De camino, nos hacen una llamada, es la Cadena Ser de Albacete, ¡Qué guay! Quieren hacernos una entrevista en media hora y en directo, ¡pues perfecto!, paramos en un ancho de la carretera y les decimos a nuestros amigos que continúen, porque esto puede llevarnos un buen rato. Y así es Kiko, hace una magnífica retransmisión de lo que ha sido nuestro viaje hasta ahora donde contamos todo tipo de anécdotas. Muchas gracias.

Seguimos ruta después de casi una hora atravesando pueblos por los que parece que el tiempo se haya detenido hace cincuenta años. A la orilla de la carretera nos encontramos con varias mujeres cosiendo sentadas en sillas de madera y cuerda y portando un pañuelo en la cabeza, mientas los hombres están en los bancales con sus faenas.

A unos minutos de llegar me doy cuenta de una cosa:

  • Darling, noooo, me he dejado las botas de montaña en la otra playa –le digo a Jose.
  • ¿En serio? –me pregunta.
  • Si, tenemos que volver.

Parece que hoy no llegamos a nuestro destino deseado. Por suerte, cuando llegamos las botas están donde las dejé, ¡genial¡

Y media vuelta, se nos ha echado el día encima, pero cuando vemos las aguas turquesa de esa mágica playa, descendemos desde el parking donde hemos dejado la casa corriendo ilusionados como críos, y sin mucho preámbulo como no hemos caído en traer los bañadores, nos quedamos como Dios nos trajo al mundo y nos zambullimos por fin en las las aguas de Poseidón.